miércoles, 19 de agosto de 2009

Los actores cómicos, según Groucho Marx

A Groucho Marx se lo conoce por haber sido uno de los cómicos más brillantes de los últimos tiempos. Nació en 1890 y murió en 1977. El 19 de agosto, hace 32 años exactos. Sin dudas y lógicamente, de él se conocen mucho más sus chistes que sus declaraciones de tono serio. Más bien, se conocen más sus chistes que sus declaraciones serias, porque si nos referimos estrictamente al tono, probablemente nunca se pueda encontrar algo realmente formal, pero sí contenidos serios expresados con su característico estilo. En su autobiografía, Groucho y yo, al relatar sus comienzos como actor, Marx hace una reflexión acerca de la posición de los actores cómicos dentro del mundo de la actuación. Vale la pena transcribirla.

"No estoy seguro de cómo me convertí en comediante o actor cómico. Tal vez no lo sea. No vale la pena discutir sobre esto. En cualquier caso, me he ganado la vida muy bien durante muchos años haciéndome pasar por uno de ellos. Cuando niño, no recuerdo haber maravillado a nadie con mi ingenio. Soy un sujeto prudente y no tengo ni el deseo ni los medios de analizar lo que hace que un hombre resulte divertido para otro. He leído muchos libros de autores que se dicen expertos en la materia, explicando la base del humor e intentando describir lo que es gracioso y lo que no lo es. Dudo que algún comediante pueda honradamente decir por qué es gracioso y por qué el vecino de al lado no lo es. Creo que todos los comediantes llegan a serlo por tanteo y por error. Esto era ciertamente verdad en los viejos días de las variedades y estoy seguro que aún lo es hoy. La pareja corriente consistía en un actor serio y otro bufón. El actor serio cantaba, bailaba, o hacía ambas cosas a la vez. El actor cómico imitaba unos cuantos chistes de otros artistas y sacaba otros pocos de los diarios y de las revistas cómicas. Luego se dedicaban a actuar en pequeños teatros de variedades, en clubs nocturnos y en salas de fiestas. Si el cómico tenía inventiva, gradualmente iba descartando los chistes robados y los que habían pasado de moda e intentaba presentar algunos propios. Con el tiempo, si tenía algo de talento, acababa de emerger del personaje vulgar que había empezado a ser para transformarse en una personalidad distinta y propia. Esta ha sido mi experiencia y también la de mis hermanos, y creo que lo mismo les ha ocurrido a la mayor parte de los actores cómicos.
Calculo que no existen ni un centenar de comediantes de primera fila, hombres o mujeres, en todo el mundo. Son material mucho más escaso y valioso que todo el oro y las piedras preciosas del planeta. Pero, como hacemos reir, no creo que la gente comprenda verdaderamente lo necesarios que somos para que se conserve el equilibrio. Si no fuera por los breves momentos de respiro que damos al mundo con nuestras tonterías, éste conocería suicidios en masa, en cantidades que podrían compararse favorablemente con la mortalidad de los conejos de Noruega.

Estoy seguro de que casi todos habrán oído contar la historia del hombre que, desesperadamente enfermo, va a un psicoanalista y le explica que ha perdido el deseo de vivir y que piensa seriamente en el suicidio. El doctor escucha su relato melancólico y luego dice al paciente que lo que necesita es poder reírse a gusto. Aconseja al infeliz que vaya aquella noche al circo y que pase la velada riéndose con Grock, el payaso más divertido del mundo. El doctor resume:
- Después de que haya visto a Grock, estoy seguro de que se sentirá mucho más feliz. El paciente se pone de pie, mira tristemente al doctor, da media vuelta y se tambalea hacia la puerta. Cuando empieza a abrirla, el doctor dice:
- A propósito, cómo se llama usted?
El hombre vuelve y mira al psicoanalista con ojos apesadumbrados:
- Soy Grock.
Cuando un actor cómico interpreta un papel serio, siempre me produce una profunda pena ver cómo los críticos lanzan histéricamente al aire sus sombreros, bailan por la calle y abruman al actor con sus felicitaciones. Siempre me ha intrigado el hecho de que tal cosa provoque asombro y entusiasmo de los críticos. Apenas existe algún cómico vivo que no sea capaz de realizar una gran actuación en un papel dramático. Pero hay muy pocos actores dramáticos que puedan desempeñar un papel cómico de una manera destacada. David Warfield, Ed Wynn, Walter Houston, Red Buttons, Danny Kaye, Danny Thomas, Jackie Gleason, Jack Benny, Louis Mann, Charles Chaplin, Buster Keaton y Eddie Cantor son todos cómicos de primera fila que han interpretado papeles dramáticos, y muestran casi unanimidad en decir que, comparada con el esfuerzo que hace reir, una actuación dramática es como dos semanas en el campo.
Para convencerte de que esta opinión no es exclusivamente mía, he aquí las palabras de S.N. Behrman, uno de nuestros mejores dramaturgos: "Cualquier escritor teatral que se haya enfrentado con la tremenda dificultad de escoger actores para una obra, les dirá que el actor capaz de interpretar una comedia es el tipo que interesa. La intuición del cómico llega a lo más profundo de una situación humana, con una precisión y una velocidad inalcanzable por cualquier otro medio. Un gran actor cómico realzará la obra con una inflexión de voz tan diestra como el movimiento de la muñeca de un maestro de esgrima."
No obstante, los críticos siempre quedan sorprendidos."

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